miércoles, 21 de mayo de 2008

4. GRUPOS

4. GRUPOS

Introducción.

En álgebra abstracta, la teoría de grupos estudia las estructuras algebraicas conocidas como grupos. Sus objetivos son, entre otros, la clasificación de los grupos, sus propiedades y sus aplicaciones tanto dentro como fuera de las matemáticas.

Los grupos sirven como pilar a otras estructuras algebraicas más elaboradas como los anillos, los cuerpos o los espacios vectoriales. La teoría de grupos tiene muchas aplicaciones en el campo de la física y la química, y es potencialmente aplicable en situaciones caracterizadas por la simetría.

El orden de un grupo es su cardinalidad; en base a él, los grupos pueden clasificarse en grupos de orden finito de orden infinito. La clasificación de los grupos simples de orden finito es uno de los mayores logros matemáticos del siglo XX.

Historia.

Las raíces históricas de la teoría de grupos son la teoría de las ecuaciones algebraicas, la teoría de números y la geometría. Euler, Gauss, Lagrange, Abel y Galois fueron los investigadores iniciadores de ésta ciencia. Galois es reconocido como el primer matemático que relacionó ésta teoría con la teoría de cuerpos resultando en la teoría de Galois. Otros importantes matemáticos en este campo incluyen a Cayley, Emil Artin, Emmy Noether, Sylow entre muchos otros. Fue Walter von Dick quién en 1882, dio la moderna definición de grupo.



Notación

Se habla de notación aditiva cuando se representa la ley de composición interna como "a + b", y el elemento neutro como " 0 ". Por otro lado, la notación multiplicativa es aquella en la que la ley de composición interna se representa como "a\b", o "ab", y el elemento neutro como " 1 ".

Ejemplos

(Z, +), el conjunto de números enteros con la suma usual, es un grupo abeliano; donde el elemento neutro es el 0, y el simétrico de x, es -x.

  • (R, +), el conjunto de los números reales con la suma usual, es un grupo abeliano; donde el elemento neutro es el 1, y el simétrico de x, es -x.
  • (R \ {0}, ●), el conjunto de los números reales (excluyendo al 0) con la multiplicación, es un grupo abeliano; donde el elemento neutro es el 1, y el simétrico de x es 1/x. Notar que al no tener el cero elemento simétrico multiplicativo, se lo debe excluir.
  • El conjunto de todas las biyecciones de un conjunto X - simbolizado por S(X) - junto con la composición de funciones, es un grupo no abeliano (si la cardinalidad de X es mayor que dos) y se llama grupo simétrico de X.
  • El conjunto de matrices rectangulares de dimensiones nxxm con la suma, es un grupo abeliano.
  • El conjunto de matrices cuadradas con determinante diferente de cero con la multiplicación (Grupo general lineal), no es abeliano.
  • Las clases de homotopía de trayectorias continuas S -> X en un espacio topológico X forman un grupo no necesariamente abeliano. Ésta construcción es el grupo fundamental de X.
    • El grupo fundamental de un círculo (circle, cercle, Kreis) es el grupo cíclico infinito; Z.
    • El de la esfera S2 es trivial = 0.
    • De un toro es Z O z
    • De un toro sin un disco es el grupo libre de orden dos, F2. De un toro sin dos discos disjuntos; F3.
    • Del plano proyectivo es Z2

Categoría de grupos

Desde el punto de vista de la teoría de categorías, la teoría de grupos podría catalogarse como una categoría llamada categoría de grupos, debido a que en ella se estudia a los grupos y sus morfismos. La categoría de grupos es muy grande, pero puede armarse una relación de equivalencia en ésta categoría para que se factorice: la relación entre grupos de ser isomorfos reduce cuestiones estructurales de la categoría de grupos a la categoría de grupos-módulo-los-isomorfos. En ésta reducción la operación de unión disjunta la convierte en una categoría monoidal.

- CODIGOS DE DETECCION DE ERROR

Introducción

Los errores de transmisión en las líneas se deben a mucho a diversos factores, como el ruido térmico, ruido impulsivo y ruido de intermodulación. Dependiendo del medio de transmisión y del tipo de codificación empleado, se pueden presentar otros tipos de anomalías como ruido de redondeo y atenuación, así como cruce de líneas y eco.

Se han diseñado dos estrategias diferentes para el tratamiento de los errores:

  • Códigos detectores de error: Consiste en incluir en los datos transmitidos, una cantidad de bits redundantes de forma que permita al receptor detectar que se ha producido un error, pero no qué tipo de error ni donde, de forma que tiene que solicitar retransmisión.
  • Códigos correctores de error: Consiste en la misma filosofía que el anterior, incluir información redundante pero en este caso, la suficiente como para permitirle al receptor deducir cual fue el carácter que se transmitió, por lo tanto, el receptor tiene capacidad para corregir un número limitado de errores.

Corrección de errores

Hasta el momento, los mecanismos que hemos estudiado se encuadran dentro de los métodos de detección de errores, con capacidad de detección pero no de corrección. A continuación vamos a desarrollar los métodos de corrección de errores.

La corrección de errores se puede tratar de dos formas:

  • Cuando se detecta el error en un determinado fragmento de datos, el receptor solicita al emisor la retransmisión de dicho fragmento de datos.
  • El receptor detecta el error, y si están utilizando información redundante suficiente para aplicar el método corrector, automáticamente aplica los mecanismos necesarios para corregir dicho error.
  • Bits redundantes. Teóricamente es posible corregir cualquier fragmento de código binario automáticamente. Para ello, en puesto de los códigos detectores de errores utilizando los códigos correctores de errores, de mayor complejidad matemática y mayor número de bits redundantes necesarios. La necesidad de mayor número de bits redundantes hace que a veces la corrección de múltiples bits sea inviable e ineficiente por el elevado número bits necesarios. Por ello normalmente los códigos correctores de error se reducen a la corrección de 1,2 ó 3 bits.
  • Distancia Hamming. La distancia Hamming H entre dos secuencias binarias S1yS2 de la misma longitud, viene definida por él número de bits en que difieren.
  • Código Hamming. Código corrector de errores, desarrollado por R.W. Hamming en 1950, y se basa en los conceptos de bits redundantes y Distancia Hamming.

Un Hamming puede utilizarse en mensajes de caracteres de cualquier longitud, aunque ilustraremos su utilización con caracteres ASCII de 7 bits y paridad par. Necesitamos 4 bits (24 > 7 + 4 + 1), que se situaran en las posiciones 1,2,4 y 8 (posiciones potencia de 2). Nos referimos a los bits redundantes como r1,r2,r4 y r8.

  • En este apartado vamos a centrarnos en un tipo concreto de código corrector de errores: los códigos Reed-Solomon

- TESELACIONES Y GRAFOS

Una teselación es una regularidad o patrón de figuras que cubre o pavimenta completamente una superficie plana que cumple con dos requisitos los cuales son que no queden huecos y no se superpongan o traslapen las figuras. Las teselaciones se crean usando Transformaciones isométricas sobre una figura inicial.

Distintas culturas en el tiempo han utilizado esta técnica para formar pavimentos o muros de mosaicos en catedrales y palacios.

Antecedentes Historicos

  • Algunos mosaicos sumerios con varios miles de años de antigüedad contienen regularidades geométricas.
  • Artistas moriscos entre los años 700 y 1500 d. de C. decoraron maravillosamente muros de ostentosos palacios.
  • Johannes Kepler, astrónomo alemán, estudió los polígonos regulares que pueden cubrir el plano, en su obra “Harmonice mundi” de 1619. Además realizó estudios en tres dimensiones de los llamados sólidos platónicos.
  • Un personaje clave en este tema es el artista holandés M. C. Escher (1898-1972) quien, por sugerencia de su amigo el matemático H. S. M. Coxeter, aprendió las teselaciones hiperbólicas, lo que motivó su interés por el palacio de La Alhambra en Granada. Legó un sinnúmero de bellas, curiosas y misteriosas obras de arte.










Teselaciones regulares

Los únicos polígonos regulares que cubren completamente una superficie plana son: el triángulo equilátero, el cuadrado y el hexágono.

Como la unión en cada vértice debe sumar 360º para que no queden espacios, los únicos polígonos regulares que suman 360 al unirlos por sus ángulos, interiores son estos tres.






Teselaciones con figuras semi-regulares

Son aquellas que contienen 2 o más polígonos regulares en su formación. Una teselación semi-regular tiene las siguientes propiedades:

  1. Esta formada sólo por polígonos regulares.
  2. El arreglo de polígonos es idéntico en cada vértice.
  3. Existen sólo 8 teselaciones semi-regulares


Teselaciones con figuras semi-regulares

Teselaciones no regulares

Son aquellas formadas por polígonos no regulares

Cuadriláteros

Cualquier paralelogramo tesela, ya que solo debemos prolongar sus lados paralelos y construir los nuevos paralelogramos congruentes al primero.

Con cualquier cuadrilátero, ya sea cóncavo o convexo, es posible cubrir una superficie plana. En el caso Cóncavo es fácil de demostrar por el Teorema de Varignon, que los puntos medios de todo cuadrilátero forman un paralelogramo y luego Tesela. Este método se llama Método de la Malla Invisible





Triángulos

Con un triángulo escaleno es posible cubrir todo el plano. Esto se verifica formando el paralelogramo correspondiente


Teselación de El Cairo

¿Que es un hexagono? es una figura geometrica regular de 6 lados

Teselación de El Cairo

Esta teselación aparece frecuentemente en las calles de El Cairo, Egipto y en el arte islámico, de ahí su nombre. El pentágono posee sus 5 lados de la misma medida. Tiene dos ángulos rectos, un ángulo de aproximadamente 131,5° y dos ángulos de 114,25°.Como para todo pentágono, la suma de sus ángulos es de 540°.

Polígonos Cóncavos







-GRAFOS

Los grafos son la representación natural de las redes, en las que estamos cada vez más incluidos. Exploramos qué son los grafos, para qué sirven y algunas reglas para dibujarlos bien

Los grafos son artefactos matemáticos que permiten expresar de una forma visualmente muy sencilla y efectiva las relaciones que se dan entre elementos de muy diversa índole. Un grafo simple está formado por dos conjuntos:

  • Un conjunto V de puntos llamados vértices o nodos.
  • Un conjunto de pares de vértices que se llaman aristas o arcos y que indican qué nodos están relacionados.

De una manera más informal podemos decir que un grafo es un conjunto de nodos con enlaces entre ellos, denominados aristas o arcos.

En un grafo simple entre dos nodos sólo hay un arco. Si hay más de un arco hablamos de un multigrafo. Si los arcos se pueden recorrer en una en una dirección concreta pero no en la contraria lo llamamos grafo dirigido o dígrafo y los arcos son entonces aristas, si los arcos salen y llegan al mismo punto formando un bucle el grafo resultante se llama pseudografo.

A pesar de que un grafo parece una estructura muy elemental, hay muchísimas propiedades de los grafos cuyo estudio ha dado lugar a una completa teoría matemática. (Para más información véase por ejemplo el glosario de grafos de Chris Caldwell o la introducción en español de la wikipedia o la más extensa en inglés)

Fue Leonhard Euler quien ideó los grafos como una manera muy potente y elegante de resolver el problema de los puentes de Königsberg.

Königsberg (hoy Kaliningrado en Rusia) era en tiempos de Euler (siglo XVIII) una ciudad prusiana cruzada por siete puentes. Durante la época se suscitó la cuestión no resuelta de si era posible recorrer toda la ciudad cruzando cada uno de los puentes una y sólo una vez. Si hacemos una representación esquemática de la ciudad vemos que los puentes unen cuatro porciones de tierra. La búsqueda por prueba y error no conduce a ningún resultado.




- GEOMETRIA

La geometría es una rama de la matemática que estudia idealizaciones del espacio, como son: puntos, rectas, planos, polígonos, poliedros, curvas, superficies, etc. Se utiliza para solucionar problemas concretos y es la justificación teórica de muchos instrumentos, por ejemplo el compás, el teodolito y el pantógrafo.

Así mismo, da fundamento teórico a inventos como el sistema de posicionamiento global (en especial cuando se la considera en combinación con el análisis matemático y sobre todo con las ecuaciones diferenciales) y es útil en la preparación de diseños (justificación teórica de la geometría descriptiva, del dibujo técnico e incluso en la fabricación de artesanías).

La geometría clásica se encargaba de estudiar construcciones utilizando regla y compás. Posteriormente y dado que, toda construcción es repetición de cinco operaciones básicas sobre los mismos elementos (rectas y puntos), comenzaron a tratarse como operaciones con símbolos algebraicos.


La barrera entre el álgebra y la geometría se difuminó hasta llegar al Programa de Erlangen, en el cual se define a la geometría como el estudio de las invariantes de un conjunto mediante transformaciones. Esto quiere decir que cada grupo determina sobre un conjunto una serie de propiedades invariantes.

Axiomas, definiciones y teoremas

La geometría se propone ir más allá de lo alcanzado por la intuición. Por ello, es necesario un método riguroso en el que no se cometan errores, para conseguirlo se han utilizado históricamente los sistemas axiomáticos.

El primer sistema axiomático fue el de Euclides, pero hoy se sabe que este sistema euclídeo es incompleto. David Hilbert propuso a principios del siglo XX otro sistema axiomático, éste ya completo.

Como en todo sistema formal, debe tenerse en cuenta lo siguiente: las definiciones, axiomas y teoremas no pretenden (o no solo pretenden) describir el comportamiento de unos objetos. Cuando axiomatizamos algo, convertimos ese comportamiento en nuestro objeto de estudio, pudiendo olvidar ya los objetos iniciales del estudio (que se denominan modelo).

Esto significa que en adelante, las palabras punto, recta y plano deben de perder todo significado visual. Si se conserva la idea de punto, recta y plano como lo que comúnmente se comprende como tales, las definiciones y axiomas, e incluso algunos de los teoremas parecerán evidentes y carentes de importancia. Cualquier conjunto de objetos que verifique las definiciones y los axiomas cumplirá también todos los teoremas de la geometría en cuestión, y su comportamiento será virtualmente idéntico al del modelo "tradicional".

Axiomas

Los axiomas son proposiciones o afirmaciones que relacionan conceptos los cuales deben ser definidos en función al punto, la recta y el plano.

En los diferentes tipos de geometría sintética se distinguen cuatro grupos de axiomas. Un quinto grupo de axiomas (el axioma de paralelismo) es el que distinguirá una geometría de otra


Los axiomas son proposiciones o afirmaciones que relacionan conceptos los cuales deben ser definidos en función a (los puntos, no tiene sentido hablar de recta y/o plano). F(x), puede definir cualquier funciòn llamese recta,circunferencia, cuadrado de la circunferencia, planos entre otros.

Tipos de geometría

Cada sistema axiomático determina una matemática (en este caso una geometría). Si nosotros agregamos mayor cantidad de axiomas, todos los teoremas válidos en la primera geometría valen también para la segunda (la que tiene los axiomas de la primera y otros más).

Los axiomas hasta aquí enunciados se encuentran en todos los tipos de geometría (aunque no siempre enunciados en la misma forma). A aquella que une las definiciones, los axiomas, los teoremas y su uso se le llama geometría absoluta o geometría neutral. la geometria es las aximsas.









- GRUPO GEOMETRICOS
Introducción

El tema de “Los Cuerpos Geométricos”. Es la primera vez que se oye hablar de ellos. Seguro que suenan las pirámides, conos, cubos, ... Otros igual los han oído menos: icosaedro, octaedro, ..., pero en el mundo en el que nos movemos estamos rodeados y manejando continuamente cuerpos geométricos. Y si no, ¿qué es un cucurucho de helado?, ¿y un lapicero?, ¿y una caja de bombones?, ¿y un dado?, ¿y un balón?,...



- SIMETRIAS

La simetría es un rasgo característico de formas geométricas, sistema, ecuaciones, y otros objetos materiales o entidades abstractas.

En condiciones formales, decimos que un objeto es simétrico en lo que concierne a una operación matemática dada, si, cuando aplicado al objeto, esta operación no cambia el objeto o su aspecto. Dos objetos son simétricos uno al otro en lo que concierne a un grupo dado de operaciones si uno es obtenido de otro por algunas operaciones (y viceversa). En la geometría 2D las clases principales de simetría de interés son las que conciernen a las isometrías de un espacio euclídeo: traslaciones, rotaciones, reflexiones y reflexiones que se deslizan.





- EL NUEVO CODIGO SECRETO DE LA BIBLIA

INTRODUCCIÓN

Durante tres mil años, la Biblia ha mantenido oculto un código en su interior.

Ahora, gracias a la informática, ha sido descifrado y sabemos que puede revelarnos el futuro.

Hace cinco años publiqué un libro acerca de ese descubrimiento. El científico que lo había hallado era un famoso matemático israelí, Eliyahu Rips.

Aquel libro puso en conocimiento de todo el mundo el código de la Biblia. En verdad creí que mi pequeña contribución en esta aventura había finalizado. Yo sólo soy un periodista y no tengo nada de profeta, científico o estudioso de la Biblia.

Pero lo cierto es que el código bíblico siempre ha estado presente en mi mente. No deja de asombrarme. Yo no soy religioso, ni siquiera creo en Dios, de manera que no puedo ni imaginar cómo es posible que exista un código en la Biblia que revele sucesos acaecidos después de la redacción de la misma.

Pero de una cosa estoy seguro: el código es real.

Una y otra vez he sido testigo de que las predicciones de la Biblia se hacen realidad. Incluso advertí a un primer ministro de que el código anunciaba su asesinato. Tiempo después tuve que presenciar horrorizado cómo lo mataban. Y sucedió en el momento exacto en que la Biblia había predicho.

Una vez más, los terribles hechos del 11 de setiembre de 2001 también fueron anunciados. Al parecer, todo estaba escrito en ese texto de tres mil años de antigüedad.

Desde el principio de mis investigaciones me reuní con grandes científicos de Estados Unidos e Israel y hasta confirmé el código con un experimentado decodificador de la Agencia Nacional de Seguridad estadounidense, el centro clandestino que crea y rompe códigos para la inteligencia militar americana.

Para confirmar cada uno de los hallazgos, aprendí hebreo y trabajé estrechamente con un traductor israelí.

Tuve muchos encuentros con el matemático que descubrió el código, el doctor Eliyahu Rips, uno de los más grandes expertos en la teoría de grupos, el campo de las matemáticas en el que se basa la física cuántica.

Confirmé con el doctor Rips la significación matemática de todas las informaciones halladas, además de sopesar las probabilidades calculadas mediante un programa informático que creó Rips junto con el doctor Alexander Rotenberg.

En ningún momento fui ajeno al clamor de las críticas que surgieron en contra de Rips. Incluso llegué a desear, sobre todo al principio, que alguien aportara pruebas de que no era real; eso me hubiera liberado de una responsabilidad que no deseaba y que sentía que me superaba.

Pero ningún crítico encontró evidencia alguna de que el código bíblico no fuera real. Todo lo contrario: cada vez se fueron acumulando más evidencias a favor de que la Biblia predecía el futuro (véase Apéndice).

Finalmente, tres hechos me obligaron a continuar con mi investigación: los atentados del 11 de setiembre, prueba brutal de que las advertencias de la Biblia eran una tremenda realidad; la espiral de violencia en Oriente Medio que amenaza con provocar una guerra global, y un increíble descubrimiento que podría conducir a la verdad última que se halla tras el código bíblico. Este libro es la historia del inicio de una investigación. Lo que buscamos ahora es la clave que nos permita descifrar todo el código. Con ella conoceremos tanto nuestro pasado olvidado como todo nuestro futuro.

Y en este momento de la humanidad, esta búsqueda es urgente. Porque el código de la Biblia nos advierte que, si todo sigue igual, tan sólo disponemos de cuatro años más de supervivencia.

EL FIN DE LOS DÍAS

A las 8 horas y 48 minutos del 11 de setiembre de 2001 me despertó el estruendo de una explosión que cambiaría el mundo para siempre.

Conecté la radio para oír un boletín especial de noticias: un jumbo había colisionado contra una de las torres del World Trade Center.

Subí corriendo a la azotea de mi edificio justo a tiempo de presenciar el choque del segundo Boeing 767 contra la otra torre, que estalló inmediatamente en llamas. Obviamente, no se trataba de ningún accidente. Los dos aviones habían sido secuestrados por terroristas. Nueva York estaba siendo atacada.

Durante más de una hora permanecí solo en mi azotea, contemplando con creciente horror e incredulidad cómo ardían los dos edificios de 110 plantas, monolitos plateados símbolo del bajo Manhattan, lugar en el que resido. El espectáculo era dantesco: gigantescas llamaradas anaranjadas salían de los agujeros que habían dejado los impactos; enormes columnas de humo cubrían el cielo de la Gran Manzana.

De repente, una de las torres se derrumbó. Simplemente se vino abajo. Después, se desplomó la segunda. Ambas desaparecieron para dejar una nube de polvo que lo invadía todo. En un instante desaparecieron las dos.

Mi mente no podía asumir la magnitud de la tragedia que habían presenciado mis ojos. Se trataba de una desgracia de dimensiones bíblicas; parecía una de aquellas terribles profecías del Antiguo Testamento.

Corrí escaleras abajo en busca del antiguo código que almacenaba mi ordenador: el código de la Biblia. Sospechaba que allí podría encontrar la confirmación de lo ocurrido; la revelación de lo que estaba por venir.

Ese código secreto, descubierto por un célebre matemático israelí, ya había desvelado otros terribles eventos ocurridos miles de siglos después de que fuese escrita la Biblia.

Ahora me revelaba a mí lo que acababa de presenciar. Lo que recién habían visto mis ojos desde mi azotea estaba escrito en la pantalla de mi ordenador en caracteres hebreos.

Ese texto de tres mil años de antigüedad tenía codificada la expresión «torres gemelas». Un poco más allá se podía leer «avión». Y a estas palabras se le cruzaba la siguiente frase: «provocó su caída, su derrumbamiento».

Era cierto. Lo que acababa de presenciar aquel 11 de setiembre de 2001 se hallaba codificado en un texto de tres mil años de antigüedad.

Estaba asistiendo a ello con un solo pensamiento en la cabeza y cuando la primera torre cayó lo expresé en voz alta: «Dios mío, es real.»

Lo que de veras me conmovió no fue el ataque, sino lo que la Biblia predecía que iba a ocurrir después.

De hecho, ya había predicho los asesinatos de John F. Kennedy e Itzhak Rabin. En realidad, todo había sido desvelado con anterioridad, desde la segunda guerra mundial hasta el Watergate, desde el Holocausto hasta Hiroshima, desde la conquista de la Luna hasta la guerra del Golfo. En algunas ocasiones pudimos encontrar las predicciones con anterioridad y los hechos sucedían tal y como decía el código.

Una vez más, allí estaban todos los detalles. De una forma repentina y brutal, tuve la absoluta certeza de que el código bíblico era auténtico.

Así que cuando los aviones se estrellaron contra las torres, al tiempo que contemplaba el despliegue de aquel horror, tuve visiones de un futuro demasiado terrible para ser real. Sin embargo, eso era lo que nos vaticinaba el código. De repente, todo aquello me pareció enteramente verosímil.

Durante cinco años había estado advirtiendo a líderes gubernamentales de todo el mundo de que una antigua profecía iba a convertirse en realidad, que el Apocalipsis anunciado por las tres grandes religiones occidentales estaba codificado en la Biblia, que nos íbamos a tener que enfrentar a un Armagedón real —una guerra mundial nuclear que empezará con un atentado terrorista en Oriente Medio— dentro de una década. Pero realmente ni yo mismo podía creerlo del todo. ,.

El presidente Clinton había recibido en Camp David mi libro y una carta ,-donde le advertía de que nos enfrentábamos a una guerra en Tierra Santa que podría engullir a todo el mundo.

«He dudado sobre si debía exponerle todos los vaticinios, porque sé que suenan muy apocalípticos», le dije a Clinton, al que advertí de la situación sin darle toda la información. No podía acudir al presidente con un mensaje sobre la destrucción del mundo.

Pero a lo largo del año pasado decidí que debía explicarles a los grandes mandatarios (al presidente de Estados Unidos, al primer ministro de Israel y al líder de los palestinos) que, según el código de la Biblia, existe un claro y definitivo peligro: el fin de los días.

Me he sentado junto a Yasir Arafat en su cuartel general de Ramala, con Simón Peres en Tel-Aviv, con el hijo de Ariel Sharon en Jerusalén, con el jefe del gabinete de la Casa Blanca de Bill Clinton y les he dicho que es posible que sólo dispongamos de cinco años para salvar al mundo. Pero nadie se ha hecho eco de la advertencia.

Justo el día antes de los ataques del 11 de setiembre volví a telefonear a la Casa Blanca para comprobar si el nuevo presidente, George W. Bush, había recibido la carta que le había mandado advirtiéndole de que la tercera guerra mundial podía ya estar en marcha mientras él estaba allí sentado en su despacho.

Mi carta, enviada más de un mes antes de los atentados terroristas de Nueva York y Washington, decía:

«En estos momentos, el código de la Biblia nos previene de que el mundo

puede enfrentarse a una guerra mundial que empezará en Oriente Medio. Ésta puede ser la guerra definitiva. Y todo ello puede haber empezado ya mismo.

«Este momento crítico ha sido vaticinado con mucha claridad.

»Las palabras "Bush", "Arafat" y "Sharon" están codificadas juntas en la expresión "fin de los días", el gran peligro del que hablan las tres grandes religiones occidentales.

»Y el código de la Biblia expresa ese peligro en términos modernos: se habla de "holocausto atómico" y "guerra mundial". Ambos están codificados junto con el mismo año, 2006.»

El 11 de setiembre, el mismo presidente dijo que su país estaba en guerra, que la «primera guerra del siglo había empezado». Y en una columna del New York Times se leía el titular: «La tercera guerra mundial.»

Pero hasta el 11 de setiembre ni siquiera yo creía por completo en ello. Yo no soy religioso. Ni siquiera creo en Dios. Soy un periodista de investigación laico y escéptico. Empecé mi carrera como reportero de sucesos en el Washington Post, trabajé cubriendo información económica en el Wall Street Journal y todavía mantengo los pies en el suelo. Confieso que aunque escribí el libro que dio a conocer el código de la Biblia en todo el mundo, me levantaba todos los días dudando de la veracidad del peligro anunciado.

La mañana del 11 de setiembre me desperté con el suceso que probaba que el código es real.

LA CLAVE DEL CÓDIGO

Cuando cayeron las primeras tinieblas de la tarde sobre el desierto, el suelo empezó a estremecerse. Se oyó un terrible trueno y la gente empezó a correr a refugiarse en sus tiendas mirando con pavor hacia la montaña que se erguía delante de ella. Se podía ver una brillante luz blanca en su pico, como si la montaña misma estuviese ardiendo.

De repente, una voz que salía de la nada dijo: «Moisés, ven a mí. Ve hacia la montaña.»

Según la Biblia, en el año 1200 a. J.C. Moisés subió al monte Sinaí. Allí «vio al Dios de Israel y bajo sus pies había lo que parecía una obra hecha de losas de zafiros».

La leyenda cuenta que Dios escribió las palabras originales de la Biblia en «piedra de zafiro». Aunque la piedra era dura como el diamante, podía ser nrollada como un pergamino. Y aunque era de un azul muy intenso, tambien era transparente. De hecho, la Biblia describe ese material como «de la claridad del mismísimo cielo».

Una noche me encontraba solo en mi piso de Nueva York leyendo, por primera vez, ese pasaje de la Biblia, y me di cuenta de que las palabras de la

Ua ^^n escritas sobre «zafiro».

Inmediatamente, pensé que ese oscuro detalle podía ser el secreto del código de la Bíiblia. Si realmente había un código en la Biblia que podía revelar el futuro, ello debía de estar vaticinado en la misma Biblia en el pasaje donde Dios le da las Escrituras a Moisés en el monte Sinaí, grabando las palabras en zafiro.

Examiné el texto una y otra vez. Había una pista. En hebreo, la palabra «libro» se dice «sefer». Quizá esta grafía se debe a que el primer libro, la Biblia, estaba escrito sobre esa piedra.

Después descubrí que «zafiro» también significa «contable», lo cual podía sugerir que desde el principio la Biblia era también un código matemático. Busqué una clave numérica para descifrarlo, pero no conseguía avanzar por este camino.

De repente, vi algo muy sencillo. En hebreo, el idioma en el que fue escrita la primera Biblia, «zafiro» al revés se escribe «Rips».

Eliyahu Rips, el matemático que descubrió el código de la Biblia, aparecía mencionado en el texto sagrado, en el lugar en el que se relata la venida de Dios al monte Sinaí.

El hallazgo me dejó conmocionado. El mismo doctor Rips se hallaba entre los vaticinios del código.

La misma palabra «zafiro», la piedra azul en la que se había escrito originalmente la Biblia, profetizaba la existencia del científico que tres mil años después hallaría el código.

Era evidente que el hecho de que «zafiro» escrito al revés diese lugar a «Rips» no era mera casualidad. La escritura invertida (de espejo) era una práctica común en la antigüedad. El primero de los profetas, Isaías, dijo al respecto: «Para ver el futuro debes mirar hacia atrás.» En hebreo, esa frase significa también «Lee inversamente las letras».

No había duda de ello. Además, la escritura invertida no sólo mencionaba a Rips, sino también su actividad.

«Piedra de zafiro» al revés da lugar a «Rips profetiza».

Volé una vez más a Israel para ver a Eli Rips. Era la primera vez que nos veíamos desde la publicación de mi primer volumen sobre el código de la Biblia un éxito en todo el mundo. La popularidad de mi libro nos había convertido en el centro de una controversia global.

¿Existía verdaderamente un código en la Biblia que vaticinaba el futuro? ¿Habíamos encontrado realmente las pruebas de que no estábamos solos? ¿Se trataba de una nueva revelación? ¿Probaba ello la existencia de Dios?

A lo largo de la investigación que me llevó hasta donde estoy ahora yo había deseado, más de una vez, olvidarme de todo el asunto. No soy una persona religiosa; no creo en Dios. Y, además, el código de la Biblia parece predecir terribles amenazas, quizá un auténtico Apocalipsis, una cataclismo que acabará con el mundo. No quería creer en ello.

Pero ahora, de repente, poseía nuevas pruebas de que el código de la Biblia era real. Pruebas que no podía pasar por alto. El científico que había descubierto el código era mencionado en el mismo pasaje en el que Dios le da la Biblia a Moisés; en el único pasaje de la Biblia donde Dios es visto.

Y si el código era real, entonces los peligros que predecía también podían ser reales. Tenía que visitar al científico que había hallado el código, la persona mencionada en la Biblia, la que podía ayudar a detener la cuenta atrás del Armagedón.

En 1998, poco antes del shavuot, la fiesta que celebra el momento en el que Dios bajó al monte Sinaí (en el 1200 a. J.C.), le mostré a Eli Rips su nombre en ese pasaje de la Biblia.

CLINTON

El presidente de Estados Unidos estaba confesando su pecado por televisión. Prácticamente, admitía haber mentido: «Tuve una relación no apropiada con la señorita Lewinsky.»

Era el 17 de agosto de 1998. Bill Clinton reconocía que había engañado a su mujer y al pueblo americano. Estaba admitiendo en un discurso solemne a la nación que había mantenido una relación íntima en la Casa Blanca con una becada de veinticuatro años de edad.

Veía la televisión y, al mismo tiempo, me concentraba en mi ordenador, buscando en el código de la Biblia.

Mis amigos me habían pedido durante los últimos meses que buscase en el código alguna referencia al escándalo Lewinsky, pero me había negado. Me parecía de mal gusto; demasiado trivial.

Pero ahora podía ser la causa de la caída de un presidente, el hombre que había reunido a Rabin y Arafat, el hombre que podía traer la paz al Próximo Oriente y prevenir los horrores que predecía del código.

Yo sabía que «Clinton» estaba en el código porque Bill Clinton fue el primer nombre que busqué en él.

De hecho, en junio de 1992, poco después de empezar a conocer el código de la Biblia, pasé mi primer examen: predije la victoria de Clinton seis meses antes de que fuese elegido presidente.

Efectivamente, la palabra «Clinton» estaba codificada junto con «presidente» en aquel código milenario de tres mil años de antigüedad.

Aquel 17 de agosto de 1998, cuando se confesaba ante toda la nación, busqué de nuevo Clinton en el código de la Biblia, para ver si se vaticinaba el impeachment.'

* impeachment es una acusación formulada contra un alto cargo por delitos cometidos en el desempeño de sus funciones. En el caso de la presidencia de un país conduce, en caso de prosperar, a la destitución del mandatario.

EXISTE

El mismo día que empezó la cumbre de Camp David encontré la prueba final de que había estado buscando la «clave del código» en el lugar correcto.

El código confirmaba mis hipótesis: junto a «código de la Biblia» aparecía la frase «existe en Lisan».

Pero en esas mismas palabras se hallaba algo más que la prueba de que me encontraba investigando en el lugar correcto. En hebreo, «Lisan» también significa «lenguaje». Por lo tanto, esa tabla afirmaba que el «código de la Biblia» «existe en el lenguaje del hombre».

«Existe en el lenguaje del hombre.» Finalmente, ahí estaba la prueba de que el código de la Biblia fue diseñado para nosotros, para que lo resolviese el hombre.

Llamé a Eli Rips. Todo lo que había hallado era el resultado de un nuevo descubrimiento de la persona que había elaborado el programa que usábamos Rips y yo, el doctor Alex Rotenberg.

La expresión «código de la Biblia» estaba codificada con un salto muy pequeño, tan pequeño que era prácticamente imposible que se debiera al azar. Para Rips, se trataba de una importante prueba matemática.

«Se trata de una prueba sencilla y correcta —me dijo Rips—, porque esta expresión, "código de la Biblia", es bastante larga y aparece no una sino dos veces, codificada con saltos muy cortos. Nadie va a encontrar nada parecido en ningún otro texto excepto en la Biblia.»

Este punto era de singular importancia porque «código de la Biblia» era, por supuesto, la más importante de todas las codificaciones posibles.

Pero el doctor Rips estaba igualmente impresionado por la nueva frase hallada: «existe en el lenguaje del hombre». «Es un hermoso hallazgo, no hay duda de ello —decía—. Significa que el código de la Biblia está escrito en nuestro propio lenguaje y que el código es, por lo tanto, accesible a todos. No se necesita poseer un conocimiento o habilidad superior a lo humano.»

Las probabilidades de que apareciese «código de la Biblia» en el mismo lugar y con la misma secuencia de salto que «existe en Lisan/existe en el lenguaje del hombre» iban más allá del azar.

Era sorprendente que esta nueva confirmación de mi búsqueda de la «clave del código» se diese en un momento tan crítico para Israel, cuando el destino de la nación, y con él el destino del mundo, iba (en teoría) a decidirse en el encuentro entre Barak, Arafat y Clinton en Camp David.

Recordemos que yo había abandonado momentáneamente mi búsqueda arqueológica de la «clave del código» para centrarme en los peligros inmediatos anunciados en la Biblia (intentaba informar al presidente de Estados Unidos acerca del «fin de los días»), pero el mismo código me devolvía a la búsqueda de la «clave del código».

Quizá ahora lo más importante era encontrar la prueba final de la autenticidad del código y la clave que permitiese entender el texto por completo.

Quizá aquél era el momento de desenterrar la clave, eso que «existe en Lisan», eso que «existe en el lenguaje del hombre».

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El nuevo descubrimiento que Rips y Rotenberg habían hecho y mi repentina comprensión de que «existe en Lisan/existe en el lenguaje del hombre» estaba codificado paralelamente a «código de la Biblia» era la afirmación más clara que había visto hasta el momento de que íbamos por buen camino.

Le recordé a Rips que, con anterioridad, habíamos encontrado una afirmación similar junto a «código de la Biblia». En el mismo lugar que «obeliscos» se podía leer: «en nuestras manos está el resolverlo».

Era casi como si el codificador nos estuviese animando abiertamente a que siguiésemos con la investigación.

Y todavía había más en esa nueva tabla del código. En el texto directo de la Biblia se leía «dos tablas de piedra», debajo de lo cual se hallaba codificado «existe en Lisan/existe en el lenguaje del hombre».

A R A F A T

En la medianoche del 12 de abril de 2001, después de siete meses de intifada, un coche sin matrícula llegó a mi hotel en la frontera entre el este y el oeste de Jerusalén para recoger una carta que había escrito para Yasir Arafat.

«Tengo información de que su vida está en peligro», decía mi carta.

«La advertencia procede de la misma fuente que predijo que Itzhak Rabin sería asesinado, un año antes de que fuese muerto.

»Mi fuente es un código oculto en la Biblia que predice el futuro, pero sabemos que los peligros vaticinados se pueden evitar.»

En ningún caso esperaba que Arafat quisiese recibirme. Cómo iba a pensar que el líder de los palestinos fuese a estar interesado en el Libro Sagrado de su enemigo o en advertencias codificadas en hebreo, especialmente en ese momento de crisis.

Israelíes y palestinos se encontraban muy cerca de la guerra abierta. Ariel Sharon, el nuevo primer ministro, había jurado aplastar el levantamiento de Arafat, que ya acumulaba 450 muertos.

EL ARCA DE ACERO

Vi dos colosales pilares, quizá la puerta de un templo o de un palacio, quizá las torres gemelas de alguna antigua ciudad.

La visión se desvaneció. Estaba solo en la yerma península de Lisan, rodeado por el mar Muerto, intentando imaginar los «obeliscos» que en otro tiempo se erguían orgullosos aquí.

Pero todo lo que había a mi alrededor era una gran extensión de cal blanca, los escarpados acantilados del cabo que dibujaban la línea costera y la gruesa capa de sal que el mar iba dejando atrás. Caminé por el terreno que limitaba con el arrecife colindante. Se trataba del punto más bajo de la Tierra, el fondo del mundo, donde las aguas habían desaparecido exponiendo un suelo sumergido bajo el mar Muerto durante cinco mil años.

Y me pregunté: aunque los «obeliscos» hubiesen estado aquí alguna vez, ¿existirían todavía? ¿No habría el tiempo acabado con ellos? ¿Se los habría tragado el mar? ¿Eran sólo fantasmas de un mundo ya desaparecido o podían ser realmente la «clave del código» todavía por hallar?

Busqué en la Biblia la expresión «la clave hoy». Se hallaba codificada en el versículo del Génesis donde también aparecía «código de la Biblia» y «código del obelisco», las palabras en la Biblia que me revelaron por primera vez la localización de la clave, «el valle de Sidim, en el mar Muerto».

La expresión «clave hoy» también aparecía asociada a dos localizaciones que mencionaban los mapas modernos: un pueblo y una bahía llamados «Mazra», en el extremo norte de la península de «Lisan».

Pero aunque estuviese buscando en el lugar correcto, aunque estuviese en ese mismo momento pisando el suelo donde se hallaba enterrada la «clave», no sabía cómo encontrarla, ni siquiera sabía qué era.

El código me decía que necesitaba un «sensor», algún tipo de tecnología avanzada que pudiese buscar bajo tierra. Pero nadie podía decirme qué instrumento utilizar a no ser que supiese de qué estaba hecha la «clave». Es decir, de qué piedra, de qué mineral estaban tallados los «obeliscos».

De manera que busqué en el libro de Daniel, cuyo texto oculto ya me había confirmado que Lisan era Sidim («Lisan como Sidim») e identificado «Mazra» como la X del mapa del tesoro. El mismo pasaje también hablaba del «pilar en el palacio», inscrito con «toda la sabiduría» del mundo antiguo.

Y allí, en Daniel, encontré la expresión «clave hoy», pero nada sobre el material de que estaba hecha: quizá «mármol» o «granito» o cualquier otro tipo de piedra.

Pero una mirada más atenta me reveló que allí se leía «hierro» y que esta palabra cruzaba la expresión «clave hoy». Y aún más: solapándose con «hierro», la frase «un secreto que no adivinó, yo se lo revelaré».

Por último, codificado paralelamente a «clave hoy», con la misma secuencia de salto, encontré «arca de acero».

El texto directo escrito por el anciano profeta decía en ese lugar: «Proporciona sabiduría al sabio y conocimiento a aquellos que tienen entendimiento.:

«Revela cosas secretas y profundas», decía Daniel, en palabras que en hebreo también significan «su contenedor es profundo, el lugar oculto». Y esto aparecía sobre «arca de acero».

El texto directo de Daniel parecía confirmar la promesa de que obtendrémos la clave del código. El texto oculto revelaba un secreto que yo no había descubierto: estaba hecha de «hierro» o preservada en una «arca de acero)

Después busqué la expresión «clave del código» en Daniel. «Acero» estaba de nuevo codificado exactamente en el mismo lugar, cruzándose con «Lisan». «Código» aparecía dos veces más, esta vez cruzando a «amalgamado».

Y una y otra vez las palabras directas de Daniel parecían confirmar lo que el código había prometido: «Ahora te diré la verdad. »

Decidí entonces buscar de nuevo en aquel lugar donde encontré por primera vez «clave del código» cruzándose dos veces con «obeliscos». Esta vez vi algo más: la palabra «acero» codificada dos veces.

Era difícil de creer.

Hace tres mil años, más o menos cuando Dios le entregó a Moisés la Biblia en el monte Sinaí, apareció una nueva civilización: la de la edad de hierro.

De hecho, el texto directo de la Biblia menciona un «horno de hierro». Los arqueólogos han descubierto objetos de hierro de esa época en Egipto y Asia Menor. Pero sólo se han encontrado pequeños utensilios, cuchillos y joyería. Su fabricación consistía en calentar mineral de oro en primitivos fosos de carbón.

Por lo tanto, el mundo antiguo también conocía el hierro. En la Biblia se habla de ello: «los carros brillaban con su acero». Pero esta mención se encuentra en uno de los últimos libros, escrito probablemente cerca de mil años después de los tiempos de Moisés.

No hay evidencia de que se hubiese podido forjar una gran «arca de acero» antes de la era industrial, en el siglo xviii. Los arqueólogos que consulté sostenían que no podía existir un objeto de «hierro» o «acero» con esa antigüedad y proporciones.

A pesar de ello, el texto oculto de la Tora mencionaba una «arca de acero» y proponía a «Lisan» como su ubicación actual.

Las palabras del texto directo que se solapaban con «Lisan» eran decisivas: «ésta es la solución».

Si la «clave del código», los «obeliscos», eran de verdad una «arca de acero», entonces nos hallaríamos ante la solución.

Un objeto hecho de hierro o de acero era posible de encontrar. Quizá la única cosa detectable bajo Lisan, el depósito de sal más grande de la Tierra, el lugar del planeta más difícil de penetrar con un radar.

Además, sabía que cualquier objeto hecho de hierro es magnético. Un magnetómetro podría captarlo, aunque se hallase en las profundidades. La señal magnética podía penetrar incluso la sal de Lisan o las aguas del mar Muerto.

SHARON

«Me va mejor con los árabes que con los judíos», le expliqué al hijo del primer ministro, Omri Sharon.

Omri rió con ganas. Acababa de entrevistarme con Yasir Arafat, que aceptaba por completo la existencia del código de la Biblia y, sin embargo, no podía hacerlo con el padre de Omri, el nuevo primer ministro israelí, Ariel Sharon.

Era martes, 17 de abril de 2001. La noche anterior, los tanques israelíes habían invadido Gaza, entrando en territorio palestino por primera vez desde los acuerdos de paz de Oslo en 1993. De manera que me sorprendió que Omri quisiese recibirme en medio de aquella crisis.

Lo reconocí de inmediato. Su retrato había aparecido en primera página de todos los periódicos israelíes cuando se supo que el primer ministro había estado enviando secretamente a su hijo de treinta y seis años como emisario ante Arafat. La izquierda del país estaba enojada porque Sharon había pasado por encima de su ministro de Asuntos Exteriores, Simón Peres. La derecha se quejaba, por su parte, de que Sharon hubiese entablado cualquier tipo de negociaciones en la actual oleada de violencia palestina.

Pero Omri era el confidente más cercano de su padre, su consejero más apreciado. Se decía de él que era el segundo hombre más poderoso de Israel. Ciertamente, era el político en la sombra con más sentido común del gobierno del Likud.

Nos sentamos juntos en el patio del hotel King David, mirando hacia la Ciudad Antigua, la amurallada Jerusalén bíblica, ahora el principal campo de batalla del conflicto palestino-israelí.

La nueva intifada había entrado en su séptimo mes, habían muerto casi quinientas personas y ahora se estaban enviando tanques a Gaza. Parecía que Sharon iba a declarar la guerra total en cuestión de días.

En verdad, muchas personas responsabilizaban a Sharon de haber provocado la guerra con su visita a la Explanada de las Mezquitas —el lugar más sagrado de Israel para árabes y judíos— con mil hombres fuertemente armados y policía antidisturbios, en la víspera de las conversaciones de paz de Camp David.

Y ahora, el conservador militar que había encendido la mecha del derramamiento de sangre era primer ministro de Israel. Nadie, incluido Sharon, pensaba que tal escenario podía ser posible.

EL CÓDIGO DE LA VIDA

Toda la vida del planeta en el que vivimos procede de un código. Fue impreso en una sola molécula de ADN, aunque nadie sabe de dónde procede.

En mi búsqueda del código de la Biblia, pude haberme tropezado con la clave del código de la vida.

El secreto del código genético se halla revelado en el Génesis, donde Dios le dice a Abraham: «Te bendeciré y multiplicaré tu descendencia como las estrellas de los cielos y como los granos de arena que hay a orillas del mar; y por medio de tu descendencia ciertamente se bendecirán todas las naciones.»

Escondidas tras esas famosas palabras se halla la verdadera historia de nuestra Creación. Según el código de la Biblia, nuestro «ADN fue traído en un vehículo».

Como se puede apreciar en la tabla, la expresión «tu semilla» cruza con «ADN fue traído en un vehículo». Además, el texto oculto de la Biblia añade «en un vehículo, tu semilla, toda la gente de la Tierra», allí donde Dios dice: «y por medio de tu descendencia ciertamente se bendecirán todas las naciones».

No lo podía creer. Parecía ciencia ficción. ¡El ADN, la molécula de la vida, enviada a la Tierra en una nave espacial!

Automáticamente, me pregunté si habría algún científico en el mundo capaz de considerar esa idea fantástica.

Así que telefoneé a la máxima autoridad sobre el tema, el biólogo Francis Crick, el premio Nobel que descubrió la doble hélice, la estructura en forma de espiral del ADN. Fue uno de los descubrimientos más importantes de todos los tiempos. Como declaró el mismo Crick poco después del hallazgo, «hemos descubierto el secreto de la vida».

—¿Es posible que nuestro ADN proceda de otro planeta? —le pregunté a Crick en una reunión que mantuvimos en el Salk Institute, en San Diego, Cafornia.

—Hace veinticinco años publiqué un artículo con esa teoría —dijo Crick—. Yo lo llamo «panspermia dirigida».

—¿Cree que llegó en un meteoro o en un cometa? —le pregunté.

—Ni una cosa ni la otra —dijo Crick—. Nada podría haber sobrevivido a un viaje tan accidentado por el espacio.

—¿Está diciéndome que el ADN fue traído en un vehículo? —le pregunté.

—Es la única posibilidad —respondió Crick.

Crick había confirmado la afirmación del código de que el origen de la vida estaba en el exterior del planeta. Sin embargo, yo no le había hablado de La Biblia. Las investigaciones de Crick están absolutamente al margen de la religión. Le pedí que me explicase su teoría del génesis del ADN.

La molécula de ADN, dijo Crick, es demasiado compleja para haber evolucionado espontáneamente en la Tierra en un período de tiempo tan corto entre la formación de este planeta, hace cuatro millones de años, y la primera aparición de vida, hace 3,8 millones de años.

«Pero es improbable —continuó Crick— que organismos vivos pudiesen haber alcanzado la Tierra en forma de esporas desde otra estrella o incrustados en un meteorito.»

LA INVASIÓN

Siempre que volvía a Oriente Medio tenía la sensación de que nos aproximábamos más rápido hacia el fin de los días.

29 de marzo de 2002. Viernes Santo de la Pascua judía. Tierra Santa. El primer ministro Ariel Sharon envía sesenta tanques y doscientos camiones con 2500 soldados al cuartel general de Yasir Arafat en Ramala, en represalia por una semana de atentados suicidas.

Los bulldozer golpean los muros del edificio que alberga las oficinas del líder palestino. Soldados israelíes ocupan unas cuantas salas convirtiendo a Arafat en prisionero de forma indefinida. Yo había estado allí hacía un año, reunido con él y algunos de sus colaboradores.

Israel ocupó prácticamente todas las ciudades importantes de Cisjordania, en la mayor ofensiva desde la guerra de los Seis Días de 1967.

Como era de esperar, todo ello ya se había vaticinado. La frase «Sharon invadirá» cruzaba «Arafat» en el código de la Biblia.

Había encontrado esa predicción con cerca de un año de antelación e incluso había hallado el momento en que iba a tener lugar. «Sharon invadió» apareció de nuevo, esta vez cruzando con «pascua».

Y, lo que era peor, la frase «Sharon invadió» aparecía otra vez junto a «guerra» y «en el fin de los días».

Los acontecimientos seguían su curso tal y como rezaba el guión del código de la Biblia.

Arafat y Sharon estaban haciendo válidos sus propios destinos. Arafat había hecho posible que Sharon llegase al poder rechazando el plan de paz que le ofrecieron Barak y Clinton en Camp David. Ahora Sharon, invadiendo Palestina y los alrededores del cuartel general de Arafat en Ramala, había convertido a Arafat en un mártir, un héroe para todo el mundo árabe.

EXTRATERRESTRE

La gente imagina que el día que contactemos con una civilización extraterrestre veremos una nave espacial aterrizando en la Tierra de la que saldrá un curioso alienígena.

Pero los científicos que buscan vida inteligente consideran que un aterrizaje de ese tipo es la forma más improbable de contacto. Las enormes distancias requeridas para un viaje interestelar —cientos, miles o millones de años luz— lo hacen prácticamente imposible.

El SETI, un programa de búsqueda de inteligencia extraterrestre, ha estado escuchando durante diez años señales de radio procedentes de unas quinientas estrellas como el sol. El SETI dispone de una enorme red de satélites y veintisiete antenas dispuestas en forma de Y (es decir, una gran antena 35 kilómetros), escrutando el cielo desde el antiguo lecho de un lago en el desierto de Nuevo México. Hasta el momento, sólo silencio.

Cuando preparaba mi expedición arqueológica a Lisan —mi búsqueda de la «clave del código» y «los obeliscos»—, la NASA (National Aeronautics and Space Administration) anunció la creación de un nuevo programa de busqueda de vida extraterrestre mediante naves no tripuladas.

Pero lo cierto es que el espacio exterior es muy grande. Sólo nuestra galaxia, la Vía Láctea, posee miles de millones de estrellas. Y existen miles de millones de galaxias.

Sin embargo, disponemos de otra opción de búsqueda, quizá más fructífera.

Se trata de la alternativa mejor considerada por los científicos: el descubrimiento de un artefacto extraterrestre en la Tierra o cerca de ella.

¿Y si ese tan esperado contacto con otra forma de inteligencia hubiese tenido lugar hace mucho tiempo? ¿Y si el código de la Biblia fuese ese contacto?

Desde el inicio de mi investigación intuí que había algo de otro mundo en el código de la Biblia. Ningún ser humano podía haber previsto hechos que acaecerían al cabo de tres mil años. Ni siquiera era posible codificar información de la manera en que se había hecho en la Biblia.

Era evidente que la mera existencia del código de la Biblia implicaba que, hace miles de años, había alguien sobre la Tierra que poseía una ciencia más avanzada que la que poseemos hoy.

BUSH

El 3 de agosto de 2001 le envié al presidente George W. Bush una carta, diciéndole que «el código de la Biblia nos advierte que el mundo se enfrenta a un terrible peligro (una guerra nuclear mundial que empezará en Oriente Medio) y que tendrá lugar siendo usted el presidente de la nación».

Mi carta llegó al jefe de Personal de la Casa Blanca, Andrew Card, justo cuando Bush iniciaba unas vacaciones de un mes en su rancho de Crawford Texas. Card reenvió mi misiva a la consejera de Seguridad Nacional, Condoleezza Rice. Pero mi carta nunca llegó al presidente.

El 10 de setiembre, al regreso de Bush, llamé a la Casa Blanca para insistirle a Card de que entregase mi carta al presidente y que me ayudase a concertar una entrevista con él.

«El señor Card le ha dado su carta a la doctora Rice —me dijo su asistente—. Ha sido leída por dos de los cargos más importantes del gobierno. Le siento, pero han decidido que no se la van a hacer llegar al presidente.»

Al día siguiente, el 11 de setiembre de 2001, unos terroristas árabes atacaban Nueva York y Washington, destruyendo las Torres Gemelas y causando graves destrozos en el Pentágono. La Casa Blanca se libró del ataque sólo gracias a que los pasajeros del cuarto avión secuestrado estrellaron el aparato antes de que llegase a la capital norteamericana.

La carta que había enviado a Bush, un mes antes del 11 de setiembre, no fue la única advertencia desaprovechada. Más tarde se supo que el 6 de agosto, casi al mismo tiempo que llegaba mi carta a la Casa Blanca, la CÍA informó al presidente que los seguidores de Osama bin Laden estaban planeando secuestrar aviones comerciales. Y un informe, que nunca llegó a Bush, le advertía de que Bin Laden podría haber mandado operativos para aprender a pilotar aviones en escuelas de aviación norteamericanas con el fin de perpetrar ataques terroristas.

De hecho, a mediados de agosto fue arrestado el que se sospecha iba a ser el secuestrador número veinte. Pero el FBI no consiguió encontrar la clave que desprotegía su ordenador portátil: una palabra que podía haber conducido a la detención del líder de los atentados, Mohammed Atta.

Y ahí no acaba la cosa: el 10 de setiembre de 2001, la Agencia de Seguridad Nacional interceptó un mensaje en árabe: «Mañana es la hora cero.» Pero el mensaje no fue traducido hasta el 12 de setiembre.

EL VIAJÉ DEL HÉROE

Algunas mañanas, cuando me despertaba con las noticias de nuevas amenazas terroristas, me daba la impresión de que mi búsqueda de la clave del código no era más que un sueño.

Frente a la amenaza de Bin Laden, todavía con el 11 de setiembre fresco en mi mente y la certeza de que ni Nueva York ni el mundo habían vivido su última pesadilla, mi aventura por el desierto parecía irrelevante.

Pero algo me decía que debía de haber una solución, quizá la única solución. Necesitábamos un milagro puesto que el horror podía alcanzar unas proporciones míticas.

Quizá, por esa misma razón, se necesitaba un acto igual de mítico: «El héroe mítico es aquel que se aventura; aquel que parte de su previsible mundo para introducirse en una región de maravillas sobrenaturales. Allí encuentra fabulosas fuerzas que le permiten alcanzar la victoria. Después, el héroe retorna de su misteriosa aventura con la capacidad de ayudar a sus congéneres.»

Ésta es la descripción de Joseph Campbell del «viaje del héroe». Se trata de un mito presente en casi todas las culturas antiguas. De hecho, Campbell gustaba de llamarlo El héroe de las mil caras.

Efectivamente, encontramos héroes en Prometeo, que asciende a los Cielos para robar el fuego y entregárselo a los hombres. En Jasón, que se embarca en una aventura para capturar el vellocino de oro. Y, en su forma más antigua, Gilgamesh, el legendario rey sumerio que hace seis mil años luchó contra los mares que rodean al mundo, los empujó a las profundidades y obtuvo la planta de la inmortalidad.

Pero inevitablemente, el poder sobrenatural ganado en la batalla se pierde cuando el héroe entra de nuevo en este mundo. A veces se lo roban, otras se desintegra o simplemente desaparece.

Y la moraleja de la historia es siempre la misma: que la recompensa real no son los resultados finales de la campaña, sino el viaje mismo. En palabras de Campbell: «Los poderes sobrenaturales que busca el héroe y que tan peligrosamente consigue resultan haber estado siempre en su corazón.»

El viaje, la aventura, es sólo una vía para descubrir lo que ya había dentro del héroe.

En ocasiones, mientras buscaba la «clave del código», los «obeliscos», el mágico talismán procedente de otro reino, la clave para la revelación del pasado olvidado y todo nuestro futuro, imaginé que estaba en mi propio viaje heroico.

Pero la verdad es que yo no era un héroe. Y, por supuesto, no era un ser mitológico. En todo caso, yo era un antihéroe, un periodista cínico que había tropezado con un antiguo misterio en un mundo moderno.

Es posible que, como decía Campbell, todo lo que necesitamos, las respuestas a los misterios más profundos, moran ya en nuestro interior. Sólo tenemos que descubrirlas.

LA CUENTA ATRÁS

Muchas veces pienso que el 11 de setiembre de 2001 fue el precio que tuvimos que pagar para darnos cuenta de la magnitud del peligro al que nos enfrentamos. Quizá era necesario vivir ese horror para poder entender la dimensión del «fin de los días».

Días después del atentado, hablé con el doctor Rips. Ya habíamos encontrado el vaticinio del ataque a las «Torres Gemelas» en el código de la Biblia, y, profundamente afectado, le dije que incluso las personas desvinculadas de la religión, como yo, no podíamos menos que creer en ese terrible destino del que hablan las religiones occidentales.

Buscamos de nuevo la expresión que usa el código para definir ese momento de destrucción mítica, «el fin de los días». Allí donde esas palabras se cruzan con «en el fin de los días» encontramos los nombres de «Bush», «Arafat» y «Sharon». Se trataba, sin lugar a dudas, de una descripción del momento actual. Por lo tanto, estábamos hablando del presente.

Se trataba de la misma profecía que aparecía en el texto directo del Antiguo y Nuevo Testamento. En Oriente Medio se iniciaría una «batalla final» que acabaría engullendo a todo el mundo.

LA CUENTA ATRÁS

Muchas veces pienso que el 11 de setiembre de 2001 fue el precio que tuvimos que pagar para darnos cuenta de la magnitud del peligro al que nos enfrentamos. Quizá era necesario vivir ese horror para poder entender la dimensión del «fin de los días».

Días después del atentado, hablé con el doctor Rips. Ya habíamos encontrado el vaticinio del ataque a las «Torres Gemelas» en el código de la Biblia, y, profundamente afectado, le dije que incluso las personas desvinculadas de la religión, como yo, no podíamos menos que creer en ese terrible destino del que hablan las religiones occidentales.

Buscamos de nuevo la expresión que usa el código para definir ese momento de destrucción mítica, «el fin de los días». Allí donde esas palabras se cruzan con «en el fin de los días» encontramos los nombres de «Bush», «Arafat» y «Sharon». Se trataba, sin lugar a dudas, de una descripción del momento actual. Por lo tanto, estábamos hablando del presente.

Se trataba de la misma profecía que aparecía en el texto directo del Antiguo y Nuevo Testamento. En Oriente Medio se iniciaría una «batalla final» que acabaría engullendo a todo el mundo.

En el Libro de las Revelaciones se lee: «Satán será liberado de su prisión, y saldrá a extraviar a aquellas naciones que están en los cuatro ángulos de la Tierra, a Gog y a Magog, para reunirlos para la guerra. Y rodearon el campamentó de los santos y la ciudad amada. Pero fuego descendió del Cielo y los devoró.»

En el código de la Biblia se narra la misma profecía antigua, pero en términos modernos: «guerra mundial» y «holocausto atómico» están codificados junto a «Jerusalén» y el año 2006.

1 comentario:

filomates dijo...

Leo en la entrada ideas interesantes, pero no acabo de entender que todas las secciones tengan u nexo común, como por ejemplo la sección dedicada a errores en los códigos con la anterior sobre teoría de grupos. Las teselaciones sí tienen que ver con grupos, aunque la conexión no aparece en la entrada, o no la he visto, pero ¿y lo del nuevo código de la Biblia?
En fin haya conexión o no, me permito recomendar esta página de contenido matemático en algunas entradas relacionadas con ésta, pues hay varias sobre teoría de grupos y grupos simétricos.
Es http://parafernaliasmatematicas.blogspot.com.es/

Hasta pronto